viernes, 26 de noviembre de 2010
James
En la esquina estaba ese tipo. Fumaba un cigarillo de manera muy cinematográfica. Lo agarraba con varios dedos, como si fuera un cigarro. Parecía James Dean, pero con la cara más angulosa. Miraba con zozobra, con cierta malicia atractiva. Realmente era muy bello. La luz de la tarde, rojiza y tibia, le daba un aire portuario. La ropa, un poco sucia o gastada, no sabría decir, acompañaba ese aire de marinero a la hora del descanso. Estoy segura que salía de trabajar de alguna obra en construcción del barrio. Tenía sólo un bolsito entre las piernas.
Yo caminaba y lo miré casi dándome vuelta. Era un Hockney hermoso grabado en mi mente. Es probable que todo lo que tuviera le entrara en ese bolso. Su única preocupación para esa hora de la tarde debía ser buscar un lugar para bañarse y, luego, tomar una copa en el centro. Creo que era esa clase de personas que cambia de lugar seguido; una habitación en una pensión, un hotel, la casa de una amiga. Ninguna otra preocupación que pegarse una ducha y tomarse un trago bajo las luces del centro a la noche.
Es posible que desconociera cosas como La educación sentimental, En busca del tiempo perdido o los poemas de Eliot, pero podría afirmar que ese tipo vivía con una pasión melodramática e íntima. Las mujeres le debían dar vueltas. Puedo apostar que era el amante de alguna mujer con dinero. Quizá haya trabajado durante unos años en un barco y la piel la tenía tostada por el sol en altamar.
Imagino que no debía tener hijos que mantener, ni una esposa, ni una carrera, ni cuotas que pagar, ni una ambición desmedida. Nada le pesaba, como su bolso livianito. Estaba sentado ahí, tranquilo. Vi como el aire fresco le soplaba en la cara y un poco lo envidié a James.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
El espacio curvo
En una noche de árboles crispados, en que el viento agitaba las hojas con un secreto de susurros y la luz de la luna reflejaba un lustre plateado en los coches, Albert Einstein tuvo una epifanía: vio el espacio curvo.
Según narra Buzzati en "Cita con Einstein", Albert corrió agitado a tomar nota de su descubrimiento y avanzar en las investigaciones que estaba haciendo sobre el tema.
Pocos días después, un diablillo se le cruzó en el camino y le anunció la muerte. Einstein se rascó la cabeza y luego, con las cejas curvadas, le pidió al diablillo que le diera un mes para completar su trabajo.
El diablillo le concedió el tiempo pero, al cumplirse el mes, Einstein no había completado el proyecto. Le pidió, casi rogándole, que le diera un mes más. El diablillo accedió, pero ésta vez como ultimátum.
Al mes, Einstein se encontró con el ángel maléfico, pero el diablillo ya no estaba interesado. Parece que lo jefes de abajo, según dijo, estaban más que conformes con el resultado de Albert. El diablillo confensó que todo había sido un juego para presionarlo y que terminara el trabajo con buenos resultados.
Hace unos días mi profesor, a quién no le gusta ser llamado así, y por eso podríamos decirle "diablillo", porqué no, me informó que sino trabajaba duro y progresaba, sería expulsada del taller.
Agitada, retomé la corrección del cuento que estaba escribiendo. A la mañana siguiente me levanté 6:45 am para continuar en el bar de una estación de servicio y, más tarde, a la salida del trabajo, con la cabeza arrollada por un tren de urgencias inútiles, me senté en el bar de la esquina, y seguí corrigiendo hasta el final. Luego, fui a casa y tipié el texto. Lo leí varias veces hasta que lo envié por email.
La devolución fue un golpe: "Escribiste un cuento". Fue el primer cuento que cumplió todos los requitos para serlo. Después de varias vueltas, de la angustia, de la falta de fe, lo había logrado.
Comprender la geometría del género, lograr un punto de vista coherente, incorporar figuras retóricas, escribir una oración que exprese claramente una idea, componer un párrafo que responda a una consigna, notar que las palabras pueden tener varios sentidos a la vez en la prosa, para mí fue ver el espacio curvo.
Según narra Buzzati en "Cita con Einstein", Albert corrió agitado a tomar nota de su descubrimiento y avanzar en las investigaciones que estaba haciendo sobre el tema.
Pocos días después, un diablillo se le cruzó en el camino y le anunció la muerte. Einstein se rascó la cabeza y luego, con las cejas curvadas, le pidió al diablillo que le diera un mes para completar su trabajo.
El diablillo le concedió el tiempo pero, al cumplirse el mes, Einstein no había completado el proyecto. Le pidió, casi rogándole, que le diera un mes más. El diablillo accedió, pero ésta vez como ultimátum.
Al mes, Einstein se encontró con el ángel maléfico, pero el diablillo ya no estaba interesado. Parece que lo jefes de abajo, según dijo, estaban más que conformes con el resultado de Albert. El diablillo confensó que todo había sido un juego para presionarlo y que terminara el trabajo con buenos resultados.
Hace unos días mi profesor, a quién no le gusta ser llamado así, y por eso podríamos decirle "diablillo", porqué no, me informó que sino trabajaba duro y progresaba, sería expulsada del taller.
Agitada, retomé la corrección del cuento que estaba escribiendo. A la mañana siguiente me levanté 6:45 am para continuar en el bar de una estación de servicio y, más tarde, a la salida del trabajo, con la cabeza arrollada por un tren de urgencias inútiles, me senté en el bar de la esquina, y seguí corrigiendo hasta el final. Luego, fui a casa y tipié el texto. Lo leí varias veces hasta que lo envié por email.
La devolución fue un golpe: "Escribiste un cuento". Fue el primer cuento que cumplió todos los requitos para serlo. Después de varias vueltas, de la angustia, de la falta de fe, lo había logrado.
Comprender la geometría del género, lograr un punto de vista coherente, incorporar figuras retóricas, escribir una oración que exprese claramente una idea, componer un párrafo que responda a una consigna, notar que las palabras pueden tener varios sentidos a la vez en la prosa, para mí fue ver el espacio curvo.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Perros
No me gustan los perros
atropellados,
sin una pata,
rengos,
Perros huérfanos,
abandonados,
con sarna,
flacos hasta los huesos,
con heridas,
sin pelos
Hay un territorio
con cuatro patas de sobra,
con dueños amorosos sin mascotas,
con vendas y merthiolate,
abundante comida,
pelajes brillantes,
al que me mis perros le ladran
en noches de luna de llena
con aullidos
de perros deseosos
Un lugar al que mis perros
no llegan,
por más que pedaleen
Mis perros sueltos, perdidos.
atropellados,
sin una pata,
rengos,
Perros huérfanos,
abandonados,
con sarna,
flacos hasta los huesos,
con heridas,
sin pelos
Hay un territorio
con cuatro patas de sobra,
con dueños amorosos sin mascotas,
con vendas y merthiolate,
abundante comida,
pelajes brillantes,
al que me mis perros le ladran
en noches de luna de llena
con aullidos
de perros deseosos
Un lugar al que mis perros
no llegan,
por más que pedaleen
Mis perros sueltos, perdidos.
jueves, 4 de noviembre de 2010
Hombres con los que no me he casado
-El que miraba el partido de tenis mientras lo hacíamos.
-El que prometió amor y me traicionó.
-El que sostuvo mi pelo mientras vomitaba.
-El que caminaba arriba mío con zapatillas.
-El que era más coqueto que yo.
-El peluquero que me convidó de fumar hoy.
-El que me contaba sus hazañas sexuales.
-El que posiblemente termine atrincherado en una terraza con una escopeta.
-El que prometió amor y me traicionó.
-El que sostuvo mi pelo mientras vomitaba.
-El que caminaba arriba mío con zapatillas.
-El que era más coqueto que yo.
-El peluquero que me convidó de fumar hoy.
-El que me contaba sus hazañas sexuales.
-El que posiblemente termine atrincherado en una terraza con una escopeta.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Cosas que me gustaría ser en otra vida
-Celebrity tipo Jennifer López.
-Vedette tipo Belén Francese.
-Una dama victoriana.
-Azafata.
-Bailarina clásica de ballet.
-Dorothy Parker.
-La dueña de un criadero de perros.
-Vedette tipo Belén Francese.
-Una dama victoriana.
-Azafata.
-Bailarina clásica de ballet.
-Dorothy Parker.
-La dueña de un criadero de perros.
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