(Este fue el cuento que quedó seleccionado en el concurso de minificción. Me tomó diez meses colgarlo aquí.)
En las clases de catequesis nos sacan al patio. A Wu porque es chino y la mamá no quiere, a Julieta porque el padre es agnóstico y marxista y a mí porque soy judío.
Cuarenta minutos al sol. Nos sentamos en triángulo; yo soy el vértice mayor, Wu está a mi izquierda y Julieta a mi derecha. Cuarenta minutos en silencio. Se escuchan las chicharras. Julieta abre y cierra las piernas tocándose rodilla con rodilla. Nos miramos cómplices.
Hace calor, calor, calor.
Wu saca las bolitas de vidrio y disimuladamente deja deslizar una que corre directo a los pies de Julieta. La bolita rebota contra el zapato acharolado. Julieta registra el choque. Wu empuja la segunda bolita. Me pega en la mano. La tomo y se la paso a Julieta.
La voz de la directora del colegio tapa el sonido de las chicharras. Wu y Julieta esconden rápidamente las bolitas en los bolsillos del uniforme. Pasa la directora. Me mira, se detiene. No dice nada. Sigue hasta desaparecer. Wu mira al piso, Julieta se agarra las manos, yo miro al cielo. Está despejado.
Nos quedamos en la misma posición. Las bolitas siguen guardadas en los bolsillos.
Sólo espero que suene el timbre del recreo y salgan mis compañeros de la clase. Pedro está adentro. Me dijo que lo bautizaron y que tiene un padrino. Sale por la puerta del aula, me cuenta que hoy la profesora les enseñó lo que era el infierno.
5 comentarios:
hmmmm qué power este cuentito. es legal acá este tipo de segregación y castigo por razones religiosas? qué mierda la iglesia catolica por favor
hola girl.
en realidad, nadie castiga a nadie en el cuento. los padres deciden dejar afuera de la clase a sus hijos, por la razones que cuenta el cuento.
lo que era común hace 30 años atrás, es que era difícil conseguir escuelas laicas en algunos países de latinoamérica.
Muy bueno, eh.
Me gusta mucho. Cuánto hace que no leía tu blog.
gracias chicos.
hola dro! y yo hace mucho que no bloggeaba.
Publicar un comentario