sábado, 25 de diciembre de 2010

domingo, 19 de diciembre de 2010


El tiempo, el viento y el pasado pulían mi cara de arena. Ya pasados unos años, el desierto en mis ojos dejó una ruta de polvo hasta mis entrañas.

martes, 14 de diciembre de 2010

Incógnita resuelta

Años de investigaciones, libros escritos sobre el tema, debates, especulaciones y todo para que un día cualquiera, en medio de la rutina de una oficina cualquiera, el misterio sea develado.
En el trabajo, me encargaron una ilustración que represente lo que hay en la mente de una mujer. El collage que hice es la cabeza de una mujer de donde salen muchas cosas: pensamientos representados por recortes de papel de revistas, famlia, zapatos, libros, manchas de tinta, dibujitos, etc.
La devolución de mi jefa fue contundente:

"No sé cómo decirte esto, pero yo en lo amarillo veo un pene con bolas y todo".

martes, 7 de diciembre de 2010

lunes, 6 de diciembre de 2010

sábado, 4 de diciembre de 2010

Odio las palabras que usa el Indio Solari. Incluídas "Indio Solari".

viernes, 3 de diciembre de 2010

Real love

Las mujeres perfectas

Ayer limpié toda la casa mientras veía Las mujeres perfectas (The Stepford Wives), la película dónde las mujeres son robots, basada en la novela de Ira Levin. Fondo adecuado para la limpieza del hogar, moví muebles, pasé Blem, raspé con Cif. Esa fue mi respuesta a las duras críticas de B acerca de mi papel como mujer de la casa.
A pesar de que el departamento quedó limpio, B asegura que en la película, más que a Nicole Kidman, me parezco a Bette Midler, "la gordita judía desordenada".

viernes, 26 de noviembre de 2010

James



En la esquina estaba ese tipo. Fumaba un cigarillo de manera muy cinematográfica. Lo agarraba con varios dedos, como si fuera un cigarro. Parecía James Dean, pero con la cara más angulosa. Miraba con zozobra, con cierta malicia atractiva. Realmente era muy bello. La luz de la tarde, rojiza y tibia, le daba un aire portuario. La ropa, un poco sucia o gastada, no sabría decir, acompañaba ese aire de marinero a la hora del descanso. Estoy segura que salía de trabajar de alguna obra en construcción del barrio. Tenía sólo un bolsito entre las piernas.
Yo caminaba y lo miré casi dándome vuelta. Era un Hockney hermoso grabado en mi mente. Es probable que todo lo que tuviera le entrara en ese bolso. Su única preocupación para esa hora de la tarde debía ser buscar un lugar para bañarse y, luego, tomar una copa en el centro. Creo que era esa clase de personas que cambia de lugar seguido; una habitación en una pensión, un hotel, la casa de una amiga. Ninguna otra preocupación que pegarse una ducha y tomarse un trago bajo las luces del centro a la noche.
Es posible que desconociera cosas como La educación sentimental, En busca del tiempo perdido o los poemas de Eliot, pero podría afirmar que ese tipo vivía con una pasión melodramática e íntima. Las mujeres le debían dar vueltas. Puedo apostar que era el amante de alguna mujer con dinero. Quizá haya trabajado durante unos años en un barco y la piel la tenía tostada por el sol en altamar.
Imagino que no debía tener hijos que mantener, ni una esposa, ni una carrera, ni cuotas que pagar, ni una ambición desmedida. Nada le pesaba, como su bolso livianito. Estaba sentado ahí, tranquilo. Vi como el aire fresco le soplaba en la cara y un poco lo envidié a James.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El espacio curvo

En una noche de árboles crispados, en que el viento agitaba las hojas con un secreto de susurros y la luz de la luna reflejaba un lustre plateado en los coches, Albert Einstein tuvo una epifanía: vio el espacio curvo.
Según narra Buzzati en "Cita con Einstein", Albert corrió agitado a tomar nota de su descubrimiento y avanzar en las investigaciones que estaba haciendo sobre el tema.
Pocos días después, un diablillo se le cruzó en el camino y le anunció la muerte. Einstein se rascó la cabeza y luego, con las cejas curvadas, le pidió al diablillo que le diera un mes para completar su trabajo.
El diablillo le concedió el tiempo pero, al cumplirse el mes, Einstein no había completado el proyecto. Le pidió, casi rogándole, que le diera un mes más. El diablillo accedió, pero ésta vez como ultimátum.
Al mes, Einstein se encontró con el ángel maléfico, pero el diablillo ya no estaba interesado. Parece que lo jefes de abajo, según dijo, estaban más que conformes con el resultado de Albert. El diablillo confensó que todo había sido un juego para presionarlo y que terminara el trabajo con buenos resultados.

Hace unos días mi profesor, a quién no le gusta ser llamado así, y por eso podríamos decirle "diablillo", porqué no, me informó que sino trabajaba duro y progresaba, sería expulsada del taller.
Agitada, retomé la corrección del cuento que estaba escribiendo. A la mañana siguiente me levanté 6:45 am para continuar en el bar de una estación de servicio y, más tarde, a la salida del trabajo, con la cabeza arrollada por un tren de urgencias inútiles, me senté en el bar de la esquina, y seguí corrigiendo hasta el final. Luego, fui a casa y tipié el texto. Lo leí varias veces hasta que lo envié por email.
La devolución fue un golpe: "Escribiste un cuento". Fue el primer cuento que cumplió todos los requitos para serlo. Después de varias vueltas, de la angustia, de la falta de fe, lo había logrado.
Comprender la geometría del género, lograr un punto de vista coherente, incorporar figuras retóricas, escribir una oración que exprese claramente una idea, componer un párrafo que responda a una consigna, notar que las palabras pueden tener varios sentidos a la vez en la prosa, para mí fue ver el espacio curvo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Perros

No me gustan los perros
atropellados,
sin una pata,
rengos,
Perros huérfanos,
abandonados,
con sarna,
flacos hasta los huesos,
con heridas,
sin pelos
Hay un territorio
con cuatro patas de sobra,
con dueños amorosos sin mascotas,
con vendas y merthiolate,
abundante comida,
pelajes brillantes,
al que me mis perros le ladran
en noches de luna de llena
con aullidos
de perros deseosos
Un lugar al que mis perros
no llegan,
por más que pedaleen
Mis perros sueltos, perdidos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Hombres con los que no me he casado

-El que miraba el partido de tenis mientras lo hacíamos.

-El que prometió amor y me traicionó.

-El que sostuvo mi pelo mientras vomitaba.

-El que caminaba arriba mío con zapatillas.

-El que era más coqueto que yo.

-El peluquero que me convidó de fumar hoy.

-El que me contaba sus hazañas sexuales.

-El que posiblemente termine atrincherado en una terraza con una escopeta.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Cosas que me gustaría ser en otra vida

-Celebrity tipo Jennifer López.

-Vedette tipo Belén Francese.

-Una dama victoriana.

-Azafata.

-Bailarina clásica de ballet.

-Dorothy Parker.

-La dueña de un criadero de perros.

lunes, 22 de marzo de 2010

miércoles, 3 de marzo de 2010

Cosas que se pueden hacer de los 30 a los 40 para no madurar nunca

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-Vivir en casa de los padres.

-No maquillarse.

-No ponerse desodorante.

-Calcular la economía de tal modo que a partir del día 2 de cada mes haya que trasladarse por la ciudad a pie.

-No tener un hijo.

-Endrogarse como si se tuviese 20 creyendo que no repercutirá en el cuerpo.

-Pensar que con dormir 4 horas por día alcanza.

-Pensar que si no se tiene el éxito/reconocimiento que cree merecerse es porque este es un país de mierda (que lo es).

-Pensar que se está para otra cosa.

-Pensar que se es brillante pero todavía nadie lo descubrió.

-Creer en fantasmas o que todavía se forma parte de la clase media.

-Empezar a comer sin que el otro se haya sentado a la mesa.

-No haber pensado en suicidarse al menos una vez.

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jueves, 18 de febrero de 2010

Minis

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Anastasia, 20 años

Con el dedo índice, roza los tulipanes deshidratados del balcón. Puede escuchar los pasos toscos que retumban en el techo del balcón de su vecina. Mientras el aire pesado del verano la deja respirar de a ratos, llegan a su conciencia los gritos de su madre desde la cocina. De grito en grito, Anastasia toca otras flores del balcón y sonríe. Las flores también respiran.


Karina, 41 años

Tres hijos, un ex marido, una madre bipolar. Karina tiene todo eso y: un piano que le regaló su hermano hace 15 años, un amante productor de seguros y la cocina sucia. Retomó sus clases de composición hace una semana. Los jueves a la tarde se junta con su grupo de amigas del club. En el anteúltimo encuentro, la conversación giró en torno a si es mejor tener un hobby o un amante. Al último encuentro, Karina no asistió.


Pedro, 8 años

El mes pasado murió Pepo, la mascota de Pedro. Pepo era un cachorro, mezcla de Bulldog y Basethound, que Pedro alimentaba con leche y galletitas Oreo. Jugaban en la plaza del barrio, mientras la madre los cuidaba. Pepo siempre corría más rápido que Pedro, se escapaba unos metros, pero volvía a su amo, solía traer entre sus dientes pajaritos. Cuando Pepo murió, la madre de Pedro le preparó a su hijo una merienda con leche y galletitas, y para que no esté triste, le regaló un pajarito.


El inglesito, 63 años

“El inglesito” fue un soldado australiano que se quedó a vivir en Mar del Plata, después de la guerra de Malvinas. En sus últimos años, se dedicó a mirar el mar sentado en una pila de cajones de madera húmeda. Sus amigos del puerto lo recuerdan por su risa atragantada, entre falta de aire y licor. Diez años atrás, tuvo un restaurante de pescados y mariscos al que llamó “Oasis”. Murió sentado en la pila de cajones.

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domingo, 14 de febrero de 2010

Un mundo feliz

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Son muchos los males que pueden azotar al ciudadano común; el calor húmedo pegajoso, la falta de trabajo, la falta de dinero, la falta de amor, el exceso hormonal, darte cuenta que sos un adulto, el aumento de la cuota del monotributo, el exceso de amor, la pérdida de sentido, la neurosis obsesiva compulsiva, el aumento excesivo de la canasta básica, la fobia social, el exceso de trabajo, los ataques de pánico, no tener nada que decir, sospechas de ser un androide camuflado en una gordita, replanteo de la existencia, un nuevo portero en el edificio, la fragilidad de los vínculos humanos, la falta de sentimiento de pertenencia, la crisis mundial, la perdida de valores comunitarios, la perdida del sentido común, la megalomanía, la falta de lechuga en la heladera, el individualismo exacerbado y muchas otras cosas más que todos conocemos.
Algunos combaten dicho males yendo a terapia, intentando sublimar por algún medio expresivo, cagándole la vida a los que están alrededor, tomando Prozac, jugando a la pelota, yendo de shopping, yendo al barrio chino, casándose, divorciándose, yéndose al carnaval de Rio, y tantas otras metodologías que no vale la pena seguir enumerando.
Otros, como yo, pensamos en un cambio radical. Por eso, en estos meses, estuve considerando seriamente irme a vivir a Lotan:



Un kibbutz ecológico, en medio del desierto, donde el calor no es húmedo, el sentido de comunidad existe, donde no hay monotributo, ni AFIP, donde uno puede tener experiencias antropológicas en paz, sin que tu mamá te llame culposa, y conectar con la naturaleza y los pajaritos, sin que el alquiler suba cada 3 meses. Un mundo feliz en medio de la nada, con cantimploras llenas de agua, como pequeños oasis colgando del cuello.

Pero por alguna extraña razón, sigo en Buenos Aires.

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sábado, 13 de febrero de 2010

El patio

(Este fue el cuento que quedó seleccionado en el concurso de minificción. Me tomó diez meses colgarlo aquí.)


En las clases de catequesis nos sacan al patio. A Wu porque es chino y la mamá no quiere, a Julieta porque el padre es agnóstico y marxista y a mí porque soy judío.
Cuarenta minutos al sol. Nos sentamos en triángulo; yo soy el vértice mayor, Wu está a mi izquierda y Julieta a mi derecha. Cuarenta minutos en silencio. Se escuchan las chicharras. Julieta abre y cierra las piernas tocándose rodilla con rodilla. Nos miramos cómplices.
Hace calor, calor, calor.
Wu saca las bolitas de vidrio y disimuladamente deja deslizar una que corre directo a los pies de Julieta. La bolita rebota contra el zapato acharolado. Julieta registra el choque. Wu empuja la segunda bolita. Me pega en la mano. La tomo y se la paso a Julieta.
La voz de la directora del colegio tapa el sonido de las chicharras. Wu y Julieta esconden rápidamente las bolitas en los bolsillos del uniforme. Pasa la directora. Me mira, se detiene. No dice nada. Sigue hasta desaparecer. Wu mira al piso, Julieta se agarra las manos, yo miro al cielo. Está despejado.
Nos quedamos en la misma posición. Las bolitas siguen guardadas en los bolsillos.
Sólo espero que suene el timbre del recreo y salgan mis compañeros de la clase. Pedro está adentro. Me dijo que lo bautizaron y que tiene un padrino. Sale por la puerta del aula, me cuenta que hoy la profesora les enseñó lo que era el infierno.

1,2,3

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probando.
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