viernes, 25 de noviembre de 2011

La mujer que ama a Beckett

Hoy encontré esta nota de Joe Broderick sobre Beckett y las mujeres que lo amaron, vía twitter de @FundacionTEM y @Malpensante. Me dio muchas ganas de escribir sobre la nota y lo conmovedoras que me resultaron algunas cosas. La nota está escrita con un dejo de espesor denso, tan beckettiano. Pero mi ánimo creo que no está para espesores y densidad, así que -como no quiero dejar de mencionarla- por ahora voy a citar algunos fragmentos y a escribir breves comentarios de tipo JAJA.
La nota, sin dudas, vale la pena leerla de comienzo a fin.



"En esa pequeña comunidad de refugiados conocieron a Henri Hayden, un pintor polaco-francés de sesenta años, y a su esposa Josette, mucho más joven que su marido. Beckett se hizo amigo de la pareja y con Hayden pasaba horas jugando ajedrez y hablando de arte y literatura. Los dos matrimonios formaron una amistad duradera; pronto prometieron seguir viéndose con regularidad después de la guerra. Mientras tanto, Beckett había advertido que Josette se estaba enamorando de él. Era demasiado evidente. Pero tal vez por su estrecha amistad con el pintor nunca se permitió ni siquiera un flirteo con ella.(realmente un  gentleman, Beckett).


"Han pasado unos meses desde mi encuentro con Francesca, y hace poco ella me escribió para contarme que el documental ya había sido editado. Contiene no solo las reminiscencias de Josette Hayden y sus recuerdos de Beckett, sino muestras de sus pinturas y dibujos, pues también era artista. Sin embargo, siendo el tema central ese amor vivido intensamente sin alcanzar nunca el objeto de su deseo, Francesca Ragusa bautizó su película con un título más que sugerente:Avec toi sans toi (“Contigo pero sin ti”)." (sin palabras).


"Primero en Lucia, la hija de James Joyce. Ella cayó bajo el embrujo de Beckett en París al inicio de la década de los veinte. Eran muy jóvenes; él estaba recién llegado de Dublín y tenía veinte y pico de años. Junto con otros escritores, muchos de ellos irlandeses, frecuentaba el apartamento de Joyce y su familia. Para entonces Joyce estaba dedicado a la gigantesca tarea de componer el libro que terminaría siendo Finnegans Wake. Y como su visión era muy débil debido a un galopante glaucoma, contaba con estos jóvenes admiradores para hacerle mandados, consultar fuentes en las bibliotecas, a veces leerle textos o hasta tomar dictado. De ahí, tal vez, surgió la versión errónea de que Beckett había sido “secretario” de Joyce. Beckett nunca lo fue, ni jamás tuvo vocación de secretario de nadie. Pero sí fue recibido en el círculo familiar del ya célebre autor de Ulises, quien reconoció el talento del muchacho, su coterráneo, y quiso tenerlo cerca. Beckett, por tanto, se encontraba constantemente en compañía de Lucia, una joven atractiva aunque de una gran inestabilidad emocional. De hecho, iba a terminar en un instituto para personas con problemas mentales, donde pasaría el resto de sus días. Al inicio, sin embargo, no se notaba la gravedad de sus problemas, y Beckett, siempre cortés, estableció una buena amistad con ella. Pero cuando se hizo evidente que la joven se estaba enamorando, Beckett se retiró y durante un buen tiempo dejó de visitar a la familia. (los gentlemen son así) Según algunos autores, Joyce se molestó con el desaire, y Brenda Maddox, en su libro Nora sobre la esposa de Joyce, llega incluso a decir que fue considerado persona non grata y virtualmente expulsado de la casa.

"Sea como fuera, los dos escritores dublineses se reconciliaron y retomaron su amistad unos años más tarde, cuando Beckett regresó a vivir en París de forma permanente." (los verdaderos gentlemen saben mantener sus amistades). 


"Simultáneamente, dicen sus biógrafos, mantuvo relaciones con al menos dos mujeres más. Relaciones bastante vacías, seguramente, porque para Beckett, según Peggy, el sexo sin amor era como “café sin coñac”.  (old fashioned, lovely, intense man) Para ilustrar lo dicho, después de una de aquellas noches de sexo desenfrenado, Beckett fue a su pieza y escribió las siguientes líneas:

Ellas llegan
diferentes e iguales
con cada una es diferente e igual
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es igual."
(siempre es bueno recordar porque Beckett es tan genial). 
"El texto aparece en una recopilación de sus poemas. Y fue Peggy Guggenheim quien dejó un retrato verbal de cómo era Beckett en aquella época: “Un irlandés alto, de unos treinta años, flaco y desgarbado, con grandes ojos claros que no te miraban. Llevaba gafas y siempre se veía como abstraído, evidentemente dedicado a resolver algún problema intelectual. (Já, el escritor más abstracto del mundo se abstraía; seguro que ponía cara de cuadrado blanco sobre cuadrado blanco). Hablaba poco y jamás decía sandeces. Era en extremo cortés, pero algo torpe. Se vestía mal, se ponía un traje francés que le quedaba estrecho. (pufff, lovely, lovely guy) No tenía vanidad alguna en cuanto a su apariencia. Era un intelectual puro”.


"Beckett siempre tuvo lo que llaman “éxito” con las mujeres, lo cual no debe sorprender. Su alta y delgada figura llamaba la atención, y poseía cualidades que muchas mujeres encontraban irresistibles: sus silencios, un cierto aire de misterio, y una cortesía de viejo estilo que las cautivaba." (acá la posta para la seducción)

lunes, 21 de noviembre de 2011

happy reading: "el amor por la otra lengua" en el porvenir de la revuelta, de julia kristeva.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Las cosas que he escuchado II

Aquí, un update con nuevos ingresos a la lista anterior:

-¿y la casa?
-¿y los hijos?
-tu analista dice eso porque está enamorado de vos.
-te cuento de un trabajito, uno para el pro, así te ven como uno de los suyos y te llaman.
-¿y los hijos?
-yo sé que un domingo a las 5 de la tarde te puedo llamar si estoy mal.
-sos una mujer grande.
-pero estás al pedo.
-¿y los hijos?
-lo que pasa es que hay muchas mujeres machistas.
-yo realmente no tengo intenciones de ningún tipo.
¿y la casa?

jueves, 17 de noviembre de 2011

tengo una hiena adentro que se ríe todo el tiempo y está a punto de llorar.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

"éramos tan punk"

"un trauma en el lenguaje"

"el castellano te abandonó"

"el capital y la biblia son lo mismo"

"preferimos la biblia por ser más poética"

"soy marxista de tendencia groucho"

lunes, 14 de noviembre de 2011

1, 2, 3, probando (again)

Hace un tiempo que vengo considerando retomar el blog. En realidad, nunca lo dejé. Bueno, lo dejé y retomé intermitentemente. La cuestión es que tengo ganas de retomar el blog. Ahora. Retomar el blog y dejar el cigarrillo. Vengo acumulando muchas cosas sobre las que quiero escribir en formato blog. Quizá se trate de encontrar una nueva forma para este blog. O no. Pero, por ejemplo, algo de lo que tengo muchas ganas de escribir, con fotos y videos (gracias, Blogspot), es sobre The Dreamers, la película de Bertolucci. Hace un tiempo le dije a mi querido maestro, Fernando G. Mazzeo, cuán conmovida estaba por haber visto por primera vez esa película. Que no se podía ser —o haber sido— joven sin haber visto a la Nouvelle Vague. The Doors. Bukowski. Etc.
Otras cosas sobre las que me gustaría escribir: la aparición del libro Los prisioneros de la torre, el ciclo de poesía de chicos y chicas de 18/22 años al que fui, el descubrimiento de Julia Kristeva, la lectura de El segundo sexo, todas las situaciones falochocentrista que me ocurrieron en estas últimas semanas, el descubrimiento y comprensión de la puntuación —¡la puntuación es todo!—, el descubrimiento y la comprensión de la gramática —¡la gramática es todo!—, la epifanía y las figuras retóricas —¡la epifanía y las figuras retóricas! ¡uaaauuuuu!—, el descubrimiento y lectura de Dorothy Parker, Carson McCullers, Dino Buzzati y Saki a quiénes todavía no les he dedicado casi ninguna línea, líneas de amor y pasión, etcétera, etcétera, etcétera.
Para escribir sobre algunos libros se necesita primero tener esos libros, para tener esos libros se necesita primero acomodar la economía personal, para acomodar la economía personal se necesita primero un cuarto propio, para tener un cuarto propio se necesita primero mudar de casa (en eso estamos). Y así, al infinito. Pero algunos círculos viciosos se transforman en círculos virtuosos gracias a alguna pequeña fuga, quiebre, movimiento, cambio.
Para escribir, por suerte, hay miles de cuartos propios. Tantos como bares en la ciudad. Ahora, a retomar el blog.