martes, 17 de abril de 2007

Suspender

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Podría ir al cine con Maxi. Podría ir al cine con Maxi y las amigas de Maxi. O bien, podría llamar a L. y juntarnos por ahí. O juntarnos con L. y Bo. e ir a cenar. O con R: claramente lo paso a buscar y nos vamos al café de la vuelta para hacer el resumen del fin de semana. Hasta creo que podría sentarme a trabajar. Quizás podría desarmar las dos cajas que aún no abrí desde que me mudé. Quién sabe, podría ordenar esos platos, los que me regaló B, los que me compré la primera vez, o los que me compré la segunda vez. Claro que no están todos los platos: los de Venezuela no están, se rompieron todos o alguno quedó en Caracas, probablemente en manos de algún vecino chévere. Los platos, mis platos, son como una línea de tiempo que marcan las mudanzas, épocas y convivencias de mi vida. Los que más me gustan son los que todavía no tengo. Esos que vi a la vuelta de casa: opacos, mate, grises, sin barniz, de loza, bellos, grandes, redondos, ásperos. Pero hoy es uno de esos días en que uno no decide. No decide nada, o deja que la circunstancia lo decida a uno. O toma las mínimas y pequeñas decisiones que puede tomar: abrir el agua. Yacer echada contra el tiempo. Si las horas pasan, no me entero, no me avisan, no me dicen que recién pasó casi una, y sigo tendida en el agua. La tina, el baño, la bañadera está repleta de burbujas suavemente azuladas sobre la superficie del agua caliente. Lo más caliente que sale de esa canilla. Podría ser más caliente aún. Pero la pereza me gana y nunca averiguaré porque no sale más caliente. Me hundo y rompo toda armonía posible de la estática funda acuosa. El agua me recibe con el mismo sonido de siempre. Como echarse en mi cama y taparse con frazada tibia, el agua me cubre y mantiene sin frío. Me tapo con agua. La transparencia, sin embargo, permite ver que estoy ahí, bajo el agua, a medio hundir. El doblez del muslo que deviene en pantorrila, y que se hace llamar rodilla, asoma en dupla. Entre mis piernas pasa un carril de agua. Entre mis dos rodillas pasan como en tropa decenas de burbujas, como chicas que corriendo ríen entre mis piernas con algún secreto inconfesable. Murmuro de burbujas corretinas. No hay música, solo silencio. O sólo el sonido del chorro tirando agua a la bañera. Mañana será otro día dicen, mañana sé que contestaré el mail de la foto que compraron, o que más vale que me ocupe de lo del Veraz o nadie me dará crédito alguna vez, o llamo al contador, o voy al centro y hago el trámite de habilitación del gas. Mañana pago la factura vencida, chequeo la lista de cosas que adeudo. Mañana busco el saco que señé, llamo a mis padres, y no me acusarán de hija abandónica. Seguro que sonará el teléfono repetidas veces. Podría incluso salir del agua ahora mismo, y empezar ya. Podría salir y secarme. Pero me quedo arrucada de olas suaves y de agua tibia flotando en silencio, perezosa, plácida, blanda y tranquila. Cierro los ojos.
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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizás podamos achacar su pereza a la depresión post-mudanza. O a la paja que da hacer todas esas cosas que acaso no me provean del seguro placer que todas esas cosas que pueblan mi casa.
Estoy algo dubitativo, así que voy a prescindir de afirmaciones. No obstante, tengo (a veces) la sensación de que los deberes y ocupaciones conviene hacerlos por espasmos (si lo del organigrama no funciona).

Anónimo dijo...

MP: magicamente, luego de escribir el post, y con los días que se sucedieron, no te digo que liquidé toda la lista, pero deshice las cajas de la mudanza, con la música a todo volumen y bailoteando por toda la casa (casi como un gran espasmo).

Niño Barroco dijo...

Uno nunca, NUNCA, termina de mudarse. Siempre algo queda por acomodar, desarmar, tirar.
Y sólo cuando realmente estamos cerca de lograrlo, la oportunidad o la necesidad nos empujan a empacar todo otra vez...

Anónimo dijo...

Yo no tengo un lugar al cual aferrarme, a lo mejor si tengo un trabajo al que si me aferro, porque es el que me obliga a estar empacando cada tanto. La semana pasada te leía desde Portugal, y ayer volví a casa sólo por unos días. Cajas? Creo que hay algunas que no abro hace algunos años, se ve que no las necesito aún, sino me hubiera dado cuenta. Sólo me canso de no saber donde vivir, si puedo aferrarme a un lugar, ó siquiera tener tiempo de hecharlo de menos...

Anónimo dijo...

El agua...siempre salva el agua.

bello post.

Simpática y puntual dijo...

Niño B. y anónimo: ¿acaso le hacen honor al nombre de éste blog?

P de Pau: (sí... el agua) gracias.

Hipotermia dijo...

Es verdad que uno nunca termina de mudarse.
La música y el baño es lo que debe estar garantizado. Por lo demás, ya vendrán los espasmos, como dijo pailos.
Me encantóoo.