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Sencillo: una Marquesa, la Marquesa de O, está embarazada y no sólo no sabe quién es el padre, sino que no sabe cómo pudo quedar embarazada si, desde que enviudó, nunca más volvió a tener sexo. La trama pertenece a Heinrich von Kleist (1777-1811), romántico alemán, y la adaptación cinematográfica a Eric Rohmer, padre de la Nouvelle Vague.
El embarazo misterioso genera una crisis familiar y una serie de hipótesis, algunas ridículas. Llama la atención, en la adaptación de Rohmer, el uso de algunas palabras por parte de la familia para explicar el misterio: "síntoma", "inconciente", "sociedad burguesa". Si bien Von Kleist escribió tales palabras en 1805, fecha del relato, Rohmer le da un sentido más irónico a través de las interpretaciones. Al comienzo, uno tiene dudas acerca del tono, pero al poco tiempo se vuelve evidente; humor y ridículo. Los actores parecen pésimos actores de teatro, declamativos y exagerados, en pose, acartonados, con textos hilarantes y reflexiones imposibles. La película aprovecha muy bien su contexto de exhibición para resignificar el relato original; guiños a la sociedad francesa de los 70's (la película es del 1976), concentrada en sus lecturas de Freud y Marx. Hay un escena donde el padre de la Marquesa besa en la boca a su hija, mientras la madre los abraza. La cámara se queda un rato como para que el horror al incesto haga efecto, mientras la familia festeja en tono "inocente".
Además, es la película menos Nouvelle Vague de Rohmer y la más Goya. Algunos planos son cuadros. Rohmer, de la mano de su director de fotografía Almendros, pintó con la luz sobre las telas arrugadas de los vestidos de la Marquesa.
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Conocedor de la historia del arte, habla de la pintura que habla de la pintura que habla del cine.
La Marquesa de O pertenece al genial
ciclo de películas de Rohmer, recién concluído, de la sala Leopoldo Lugones.
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