martes, 27 de febrero de 2007

Borat

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Wikipedia:

Borat ha causado problemas políticos, ya que la embajada de Kazajstán envió una carta a HBO para quitar a Borat. Por otro lado, en Alemania, el Centro Europeo para el Estudio del Antiziganismo de Hamburgo presentó una denuncia por instigación al odio racial contra el actor y la productora Twentieth Century Fox, Home Entertainment Germany, entre otros. En Rusia y en otras antiguas repúblicas de la URSS la película ha sido prohibida ante el temor de enfrentamientos civiles por la visión tan horrenda que se hace de Kazajstán. No en vano se rodó en una remota aldea de gitanos de Rumanía haciendola pasar por un supuesto pueblo en Kazajstán de nombre Kuzek.

La película está respondiendo en taquilla de una manera muy positiva, pese a su actitud e incidencia en los más profundos defectos de la cultura estadounidense.

Para él (el personaje), el rango de importancia es este: "Dios, Hombre, caballo, perro, mujer, rata y esos bichitos pequeñitos que se arrastran por el suelo", todo esto declarado mientras hablaba con una votante estadounidense, acompañando a un candidato del partido republicano.

A pesar de que en su papel Borat odia a los judíos, el actor que lo interpreta es de hecho un judío.

VAYAN A VERLA. LA ESTÁN DANDO EN LA MAYORÍA DE LOS CINES. IMPERDIBLE.
(Yo también soy judía).

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lunes, 26 de febrero de 2007

La última carcajada

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(cámara analógica Zeiss Ikon, foto tomada a la proyección de Der letzte Mann/El último/La última carcajada, Murnau, 1924, en el 2004) .

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Muñeco

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(cámara digital, Juan B. Justo y Santa Fé, 2006).

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Autor-re-trato

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(marcador negro y letraset, 2005)

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viernes, 23 de febrero de 2007

Cada vez que respiras

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Sonó el despertador 8 y 30 de la mañana. Empezamos con Buzzcocks. Si vienen a la Argentina. Luego con The Who. Si vienen a la Argentina. Nos detuvimos en The Police, si vienen a la Argentina.
-¿Querés que ponga The Police?.
-Sí.
Puse Every breath you take. La cadencia de ese bajo recién salido el sol. El colchón de dos plazas en el piso. Nunca en todos estos años habías hecho eso. Dormias y no me soltaste nunca la mano. O el brazo. Traté de sacarlo para darme vuelta. Pero lo retuviste. Me desperté envuelta en tus brazos. Nunca en todos estos años habías hecho eso.
El bajo sobrevolando. ¿Viste que suena como un avión planeando cerca del piso?. Nunca baja, nunca sube. Se mantiene todo el tema monocorde, toma curvas, parece que despega. No. Parece que aterriza. No.
Todos estos años, hasta el año que no nos vimos nunca más. Y el año que siguió que nos volvimos a ver. Nunca me soltaste el brazo. Yo pensé que sí. Pero no. Los meses que te odié. Y los que lloré. El día que te vi por primera vez, despues de no verte. Tenías la camisa rosa y el pelo revuelto. El colchón de dos plazas en el piso. El bajo de The Police sonando. Mi brazo y tu mano.
-¿Pongo So Lonely?.
-Sí.
Nos fuimos a desayunar. Te fuiste a trabajar. Me fui a trabajar.
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domingo, 18 de febrero de 2007

Orientación vocacional

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Ya estaba angustiada en el último y sexto año de mi secundaria industrial. Durante todos esos meses, me la pasé pensando obsesivamente en qué carrera iba a seguir. Era como si el malestar de la adolescencia se me hubiese extendido un año más para torturarme: ¿Qué sigo?, ¿qué estudio?, ¿qué hago?, ¿de qué voy a vivir?. Mis compañeros de secundaria ya lo sabían; médica, arquitecto, ciencias políticas, contadora, bellas artes, profesorado de educación física, traductor.
Pensaba compulsivamente, una y otra vez, a pesar de que intuía lo que quería; escribir y seguir Letras. Sin embargo me anoté en un curso de orientación vocacional. Entre alrededor de 10 manchas, intentaba averiguar mi destino, mientras la psicóloga sostenía el test de Rorschach.
Llegó el fin del año 1996, y, efectivamente, me inscribí en Letras. Antes de comenzar el ciclo básico común me atacaron las dudas nuevamente; pero si yo quiero ser periodista, ¿no es mejor estudiar algo más general?. ¿Mm?. Bueno, entonces me cambiaré a Sociología. El CBC me resultó especialmente sencillo, asi que las horas que me sobraban las gastaba en otros estudios paralelos, respondiendo compulsivamente a mi desorientación; clases de teatro con dos reputados maestros, clases de dirección de arte, cursos de filosofía, de dibujo, de redacción, de...
Bien, así y todo, sumando las horas de trabajo de camarera, terminé el ingreso a la universidad, como correspondía. Fue cuando empecé a cursar la carrera de Sociología, que las dudas se me hicieron más agudas, más dolorosas, más persecutas. Recuerdo que el primer libro que nos dieron a leer en la carrera fue "El suicidio" de Durkheim. Cada vez que lo intentaba, me salteaba pedazos enteros de estadística, solo para ir directo a los casos puntuales; relatos de suicidios. De a poco me empecé a deprimir, con el correr de las clases y los meses, se me hacía cada vez más difícil salir de la casa de mis padres. Silenciosamente, porque había dejado de hablar, dejé de asistir a la facultad. Me encerraba durante todo el día en mi cama, pensando. No podía dormir, no podía salir. Abandoné a las pocas semanas. Me quedaba por delante un cuatrimestre de hacer absolutamente nada; no trabajar, no estudiar, no salir, no hablar, no, no, no.
En esos meses de encierro, pensaba en la carrera, en la carreras de mis amigas, en como yo iba quedando atrás en la carrera, en como había perdido el impulso de avanzar, en como no tenía la menor idea de qué hacer con mi vida. Me encontraba parada, frenada. Un día, con el poco resto de voluntad que quedaba en mí, me obligué a ir a una oficina de la UBA, y tomar un largo listado de todas las carreras existentes. Recorriendo la lista me pregunté: ¿Cuál es la carrera más frívola de todas?. ¿Qué cosa puede darme otra identidad y borrarme la que tengo?. ¿Cuál me parece una gran mierda?. Elegí la que me producía más rechazo y verguenza; Diseño gráfico. Imaginé un montón de rubiecitas teñidas tontas haciendo la cola en la fotocopiadora, me imaginé trabajando en una agencia de publicidad, me imaginé recortando papel glacé. Me producía una sensación horrible, y a la vez alivio; bueno, pasaré el resto de mi vida con la plasticola haciendo dibujitos, pero seguro que no voy a volver a sentir angustia existencial. En mis cabales hubiese sido lo último que hubiese elegido.
Metí las materias que me faltaban para completar ese ingreso, e ingresé a la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Concurría a mi pesar, sintiendo asco por todo, mirando de arriba a mis compañeros, mofandome de cuanto sabía yo y ellos no. Pero Diseño me ganó. Me enamoró. Cursé duro y parejo todas las materias anuales y proyectuales, más las cuatrimestrales y teóricas. De pronto me encontré inmersa en un montón de entregas, que pasaba feliz y nocturnamente haciendo, mientras escuchaba música en la soledad de mi habitación. Cada entrega era un desafío al que yo respondía con miles de dibujos, fotos, recortes, textos, collage, ideas. Cada entrega me llevó por lugares que aún no había recorrido en la ciudad, revisé los saldos de revistas porno en Av. Corrientes, para juntar material para un trabajo, me fui al puerto a sacar fotos caminándome La Boca entera y con esas fotos rediseñé una hipotética tapa para Reincidentes, viajé a Chascomús y tomé fotos del club de paleta, saqué más fotos en un sex-shop, hice pequeñas entrevistas a mis vecinos para una exposición en una galería...
No sólo terminé la carrera si no que también, posteriormente, me hice docente en la cátedra que cambió mi rumbo. Durante tres años tuve a cargo grupo, en el nivel I de diseño, recibiendo a muchatitos de 18 años. Me entregué. Me apasionaba tanto que los docentes del piso de arriba bajaban a pedirme por favor que baje la voz porque no podían dar su clase. Recuerdo la teórica a la que vino a participar Daniel Melero, luego de que habíamos lanzado el TP de música. Habló toda la clase de las hormigas africanas.
Quedó claro para mí, en ese entonces, que cualquier carrera netamente teórica, surtía efectos contraproducentes. Recibir tanta información y no poder transformarla y expulsarla en forma de algo tangible, me angustiaba terriblemente. Necesitaba frenar mi compulsión mental compulsivamente haciendo dibujos. Sacando fotos. Sacando entregas. Expulsando collage. Necesitaba usar las manos y ver el resultado. Tocar. Concretar. Afuera de mi. Con las manos.
Ahora vivo de ésto. Como de ésto. Trabajo de ésto. Puse el estudio. Todos los caminos conducen a Roma, y yo volví a los libros; me dedico a diseñar libros.

Hace tres días le conté ésta historia a Rodrigo. Al concluir mi relato, Rodrigo me dijo:

-Serendipiti.

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martes, 13 de febrero de 2007

Turismo antropológico

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¿Qué hacen dos amigas solteras cerca de los 30 y sin vacaciones, en pleno verano porteño?. Bingo, turismo antropológico.

Argumentos:
Ring. Ring.
A: ¿Hola?
Syp: Lo tengo A., lo tengo. Vamos a pasar el verano de la siguiente manera: vos y yo vamos a frecuentar los bares para turistas. Pensá una cosa, vienen a Sudamérica en busca de experiencias "exóticas", y nosotras se las damos. Vienen con Euros, así que pagan todo. No hay conflicto, ésta claro que todo sucede sin compromiso para las dos partes. Se llevan un lindo recuerdo, como un souvenir. Hasta quizás vuelven por más. Y asi aportamos a la industria turística argentina. Obvio, todo por la patria.
A: Si!. Hecho.

Sábado 23 hs. Ya esatmos en el bar. Ya estamos bebiendo. Ya estamos echando una mirada mientras A. me cuenta su última relación con un porteño. No hace falta ir por el fetiche de cada una. El fetiche viene a la montaña. A. de golpe está entre dos hombre-niños de 18 y 23 años. Rusos, sí, de Rusia. Literalmente uno a cada lado del sillón.
Yo de pronto estoy entre un cuarentón inglés de Manchester y un italiano de la misma edad. Los niños trabajan duro para ganarse una sonrisa de A. Le dicen, cada uno por turno, que quieren que ella les enseñe. Me dice el barrabrava inglés que me va a enseñar el abc británico. Los niños intentan, hay uno que es muy bonito, con su acento ruso. Se ponen insistentes, A. ya no puede manejar la situación. Los niños se descontrolan. Manchester juega cada vez más duro y yo no quiero que me enseñe nada ya. Aunque pienso, mi vocabulario en inglés anda muy bien, entendi todos los chistes y los retruqué ingeniosamente.
A. y yo nos miramos largamente. A. se levanta, y sale elegantemente del apriete; disculpenme chicos pero me gustan las chicas, y se viene a mi lado. Yo le deseo buen retorno al inglés. Nos vamos cada una a su casa.

A. piensa en su última relación con un porteño. Yo pienso en mi próxima relación con un porteño. No hay nada como volver a casa.

domingo, 11 de febrero de 2007

Piropos

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El piropo más raro:

Al pasar, muchacho por la calle me dice:
-Ay mamita que blanquita que sos!

Los piropos más lindos:

Amiga gallega me dice:
-Eres graciosa en el drama.

Amiga A., mientras bebíamos en el bar:
-Si fueses hombre estaría con vos.

sábado, 10 de febrero de 2007

Me gustan mediterráneos

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Me gustan así, bien mediterráneos. Del tipo italiano, español, francés y/o griego. Con rasgos puntiagudos, narigones, angulosos. Pelo oscuro, bien oscuro. Ojos oscuros, bien oscuros. Con la barba de dos días pinchuda. En el puerto, vistiendo camisetas blancas sucias y transpiradas, con olor a chivo y pelos en las axilas. Con olor a mar. Con aliento a alcohol. Mordiendo un cigarro. Marineros juntando pescado.
Me gustan alegres con un poquin de melancolía. Yo siempre voy, les rasco la incipiente barba, y vuelven a sonreír.
Me gustan mandones, celosos y con voz grave. Mientras más grave mejor. Yo justo paso y veo uno. Lo veo y se me clava, se me estaca en la mirada. Ya está, no lo puedo olvidar.
Me gustan delgados, pero no demasiado. Me gustan los brazos que se marcan, cuando atan la soga del barco. Me gusta que griten, y maldigan en voz alta. Me gustan cuando se emborrachan y dicen amor. Me encanta cuando se enojan y revolean algo por el aire y pegan portazos. O rompen algo con sus manos.
Me enloquece cuando son extrovertidos pero bajan la mirada timidamente al cruzarmela. Cuando sonríen mordiendo un escarbadientes. Cuando me sujetan con fuerza, mucha más fuerza que la mía. Ríen a carcajadas y estornudan fuerte.
Me gustan así. Claro que siempre, siempre, hay excepciones.

sábado, 3 de febrero de 2007

A veces las mujeres explotamos

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¿Y qúe hago con ésto Horacio?. ¿Lo escribo?. ¿Lo publico?. No sé, me parece demasiado íntimo. Analista Horacio: ¿Qué tiene de íntimo?. No es que estés contando que xxxxxx-censura-xxxxnonono-shhhhhh. Es, más bien, como que alguien escriba: ayer choqué con el auto, me corté un poco el brazo... Si, pero pasa que me da impresión escribir eso. No puedo escribir algunas palabras. No sé que hacer con ésto. ¿Cómo lo cuento?.

¿Lo cuento... versión cómica?. La llamé a mi mamá y le pedí que me acompañe a la guardia porque me dolía la concha.

¿Versión poética?. Un óvulo se me piantó y decidió inflarse y explotar contra una vena del ovario, causándome una rotura, llenándome de mar rojo el estómago.

¿Versión realista?. Dolor agudo. Susto. Me explican que me tienen que operar. Anestesia total. Cada vez que dicen las palabras "Anestesia total" me ahogo. Se me cierra el pecho y me contraigo, sin poder respirar. No puedo controlarlo. Le pido al médico que no me hable más, ahogada. Grito. Me dan calmantes. Quirófano. De nuevo me ahogo. Se me cierra el pecho mientras el anestesiólogo me explica cuando me darán la anestesia. Sin aire, le suplico como puedo que ya no importa, que me anestesie ya. Grito aireeeeeeee, contraída. Jeringa. Blur. El anéstesiólogo me mira. Lo veo diluirse. Me duermo. Mi madre hace de mis ojos. Operan. Me drenan la sangre dispersa del estómago. Sólo hay que sacar al óvulo inflado y cauterizar la vena. Sale perfecto todo. Me despierto. Me duermo. Me despierto. Me duermo. Me despierto. Los restos de la anestesia aún hacen efecto. Se acerca el médico, me dice que está todo bien. No hay secuelas. Me dan el alta. Entre dos y tres semanas de reposo.

¿Cómo lo cuento Horacio?. Analista Horacio, que no pierde oportunidad para meter un gol, me dice: ¿Y por qué no lo contás como el óvulo que se fue por la suya y explotó, lastimándote, como cuando te enojás estallando en furia, y te causás una verbohemorragia interna?.

viernes, 2 de febrero de 2007

Apódame

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Es extraño. Ahora que me voy del barrio, después de casi un año y medio de frecuentar el kiosco de la Sra. Olga (que nunca mostró un solo signo de simpatía, cosa que hizo que me caiga cada vez mejor), ella decidió hablarme. Le comenté que me mudaba y me dijo: “Te vamos a extrañar, la chica del Lucky 10”. Tengo una engañapichanga conmigo; comprar de a 10, me da la sensación de que fumo menos, independientemente de cuantas cajas compre.
Ahí caí en la cuenta de que el barrio me tenía apodada.

Recordé entonces Blockbuster, y mi apodo adquirido en él: “La chica de Sex and the city”. Hace más de un año que alquilo repetidas veces todas las temporadas.
"Sarah Bernard", difundido por mis progenitores, dado mis dotes dramáticos e histriónicos.
“Dumbo” en Caracas, Venezuela, por mis orejas actualmente operadas a los 10 años, por decisión de mi madre, mía y consecuencia de la llegada al nuevo país, Argentina. Había que despojarse de ese apodo, a pesar de que Dumbo es un personaje que siempre me cayó bien.
"Plana", es invención de mi hermano, en la época en que aún no me habían salido las tetas (después tuve mi revancha).
"Pocahontas" en Argentina, en el último año de la secundaria, cuando usaba el pelo largo. Y supongo que por algún rasgo más que notaban en aquel entonces.
"La flaca", a pesar de que alrededor de Pato, mi ex-vecino de la ex-casa de mis siempre padres, había muchas personas más delgadas que yo.
“Milhouse” fue cuando trabajé como diseñadora en una empresa enorme. Los chicos de la oficina, programadores y administrativos, no entendían el porqué de mis anteojos de marco grueso negro. Supongo que todos los diseñadores pasamos por esa horrible etapa. Ahora tengo unos bue-ní-si-mos.
“Amélie” también supieron llamarme debido al pelo cortito, negro, lacio, con flequillo.
“Berta” me fue adjudicado en la época de docencia en la universidad, cuando llegaba a dar clases con un saco “schleper”, los anteojos a medio caer, y la cartera llena de papas y verduras, porque todavía no sabía organizarme para comprar la comida de mi casa, dar clases y que no me cierre el supermercado. Aún hoy, cuando me encuentro con mis ex-colegas, me saludan por Berta.

Pero hay un apodo que nunca dejé de escuchar, usado por varios (salvo por los que han llegado a conocerme un poco más o padecen el mismo apodo): “Loca”, y sus derivados: “Loquita”, “Loca linda”, “Estás del tomate”, “Mirá Syp, queremos una segunda opinión”, “Borderline”, “Crazy Berta”.

Comentario gráfico sobre el post anterior

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