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(Para la cámara lúcida, mejor
esto)
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Tres pasos, tres operaciones. Sampleo, le dicen en música. Cita, intertexto, collage. Viaje en el tiempo. Red, condensación. La foto que aquí cuelgo es una foto a la
foto de una foto (o fotograma).
Uno.Murnau filmó
La última carcajada (Der letzte Mann, El último hombre) en 1924. Puro expresionismo alemán y belleza de guión (esta película tenía un final drástico originariamente y por presión de la producción, Murnau tuvo que darlo vuelta). Circular, pega la vuelta, como más me gusta a mí, como
After Hours de Scorsese donde el sujeto vuelve al punto de partida modificado por la experiencia. Casualidad o no es que tanto en
La última carcajada como en
After Hours, el punto de partida y el punto de llegada son el mismo en ambas películas: el lugar de trabajo. En la película de Murnau el conserje del hotel pierde su trabajo y luego de una serie de acontecimientos recibe una herencia que le permite comprar el hotel que lo dejó sin trabajo. En
After Hours la primer escena transcurre en la oficina y luego de 24 horas de azar y acción Paul Hackett vuelve a teclear en la máquina de escribir de la oficina.
Dos. En una retrospectiva de cine expresionista, la sala de cine del San Martín (la Lugones) proyectó en el año 2004
La última carcajada. Allí fui, con la cámara de fotos, a oscuras, en silencio, sin flash, y tomé una foto a la pantalla.
Tres.Finalmente la foto fue copiada manualmente en papel. Esa foto, montada en madera, se encuentra en este momento exhibida en una
galería. En la inauguración, nuevamente, fotografiamos con un amigo la foto colgada en la pared. Y ahora vino a parar aquí, al blog, a la pantalla de la computadora.
Relaciones, asociaciones, datos secundarios, contexto.La cámara que utilicé para tomar esta fotografía en la sala de la Lugones fue una Zeiss Ikon. Recurrí a mi padre que me explicó el origen de la cámara. “Es una Zeiss Ikon que compró José (mi abuelo) en el año 1968 en Alemania Occidental” Luego, y en un acto novedoso, mi padre se entusiasmó y a raíz de la pregunta por la cámara, escribió (porque la que escribe en la familia es mamá):
El tío Elías era menor que José, creo que en 5 anios. José era de 1907 y Elías del 12. Eran los únicos 2 hermanos que habían sobrevivido de un total de 6. El resto según contaba su mamá murieron de difteria en la primera guerra mundial.
Todos ellos pasaron hambre en esos anios.
Primero llega José en el 28 a los apenas 21 anios, logra juntar plata y lo trae a Elías.
Cuenta José que cuando llega Elías al puerto de Bs.As. lo detiene la policía por estar sospechado de pertenecer al grupo de mafiosos judíos (La famosa Tzwi-Migdal) tratantes de blancas. La confusión se aclaró rápidamente: Elías entabló en el barco amistad con un grupo de judíos que bajó en Montevideo y que estaban sospechados de pertenecer a esa organización de rufianes.
Elías fue un aficionado a la fotografía desde la década del 40 época en que la sociedad comercial que tenían ambos hermanos, le permitió cierta holgura económica para practicar su hobby.
Yo recuerdo los cajoncitos Leika que tenía y sobre todo la fascinante colección de revistas importadas "Photography" en donde se exhibían mujeres modelos sin las axilas afeitadas y bastante más rellenitas que las modelos de nuestra época. Contaba con un laboratorio de revelado blanco y negro que para mi era todo un misterio. Se trabajaba en la oscuridad o con iluminación de lámparas rojas.
Yo no se a donde fueron a parar la inmensa cantidad de fotos artísticas que tomaba y sobre todo esa colección de revistas.
Alberto puede saber de eso.
Por otro lado Elías fue de los primeros concurrentes a las sesiones de psicodrama (que era una especie de terapia de grupo actuada) que había en Buenos Aires.
Todo esto era bastante atípico para un emigrante judío que llegaba de la Europa del este de un pueblo de la Rusia Imperial y luego de la Polonia antisemita de los anios 20 y 30
Besos
PaMi abuelo José nos dio un apellido judío-alemán a la familia, que termina en “man”. Obvio que mi primer asociación fue abuelo ruso de apellido alemán que trae una cámara de Alemania, nieta que tiene fascinación por lo ruso y lo alemán va al cine a ver una película alemana y toma esta fotografía. Bien, la cadena sigue con otras variaciones.
Der letzte Mann aparece justo en el momento de mi vida en que estaba en absoluta crisis con el trabajo. No sólo con mi trabajo, sino con el trabajo en general. Terribles angustias a esa edad (24). Angustiada y todo, acompañada por el novio de ese momento que fue el primer amor, el primer hombre, quizás el único, no cedían mis ganas de seguir con cámara en mano. Aquella tarde fui con él al cine y tomé la foto. Él estaba al lado mío, en la sala, quizás triste, porque ya sabía que esas eran nuestras últimas risas juntos. Poco tiempo después, nos separamos.
Una vez separados, fui a revelar las fotos y a copiarlas a lo de un colega experto y sensible a los matices del copiado, el papel, el grano, la textura. Entre la serie de fotos estaba, obvio, él. Él sonriendo, él en mi sillón, él mirándome, él mirando a la cámara. Pasaron los años y vino la exposición. La inauguración de la muestra. Y como novio que samplea en mi vida, él vino al evento esa tarde, e hicimos el comentario pertinente:
en esa foto estábamos juntos. No me extraña que toda esa serie se trate de espacios vacíos, de camas revueltas, de sillas sin gente, de ositos peluche cabizbajos.
Circular, como me gusta a mí. Una línea de tiempo que se arquea como círculo y funde sus nodos en un solo punto, como los
layers del photoshop que transparentan. La foto es la imagen de una mujer a espaldas, sola, en la oscuridad del claroscuro expresionista, buscando algo. Condensar. La titulé “La última mujer”
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