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—Fui a ver La vie en rose, ¿fuiste?
—No, no….—bajando la cabeza y mirando al piso.
—¿Por qué no?
Sentada en el diván, me la veía venir, con esa cara que puso y su pelo blanco revuelto.
—No… no… es que… me pongo muy mal. Edith Piaf fue uno de mis dos grandes amores de la niñez. No puedo verla, me pone muy triste…
—Uf, Horacio, yo desde que apoyé mi trasero en la butaca y lo levanté luego, para retirarme, no pude parar de llorar. En serio, apenas arrancó yo ya tenía la cara mojada…—le dije, con gestos que señalaban mi cara, mientras erguía y movía los hombros— igual la película es mala, salvo que la actriz brilla y es hermosa con el pelo corto ondulado y la cara muy blanca, con ojos claros y la boca muy roja.
—…
—¿Y cuál era tu otro amor?
—Judy Garland.
—Ah, claro.
—Y después, más adelante, tuve otro gran amor.
—¿Quién?
—Billie Holiday
—Uf…. sí, Horacio, sí… Billie, no puedo dejar de escucharla. Es terrible.
—Muy trágicas.
—Apasionadas. También estuve escuchando mucho Peggy Lee.
—Sí, gran cantante. Pero la más grande de todas es Piaf.
—El tema, Horacio, es que se me pone todo muy literal. ¿Podés creer que ahora me toca hacer la tapa de un libro de María Callas?
—Otra también.
—Parece una moraleja: apasionadas y trágicas.
—A ver, busquemos mujeres apasionadas no trágicas…
—No sé... Anaïs Nin me gusta...
—La de Arthur Miller.
—No, la de Henry Miller. La de Arthur era Marilyn Monroe.
—Esa era otra gran apasionada.
—Y trágica.
—Piaf, Callas, Billie, Marilyn: todas tuvieron infancias trágicas y terribles.
—Yo no. Yo no tuve una infancia trágica. Pero fue distinta.
—Todos tuvimos infancias distintas.
—No Horacio, yo no puedo hablarle a nadie de los cangrejos, de la casa La Marianela, de Cayo Sombrero… Como te puedo explicar… Por ejemplo, los olores, los sabores, los colores, se me ponen muy intensos. Mi primera casa en Buenos Aires y las cuadras de alrededor tienen un olor que cuando yo paso por esa esquina estoy ahí. Como que vuelvo a los años del Úrsula, o al año antes de irme de la casa de mis padres, cuando vivía más afuera que adentro…
—…
—Bueno, eso mismo puedo hacer con todo, con todo, menos con Venezuela. Yo no puedo recordar un olor caraqueño. Ni el sol caribeño. Nada. No puedo caminar por el colegio de monjas, el colegio judío, la amiguita de al lado. Desde que vinimos cuando tenía 10 años nunca volví a sentir esos olores. Hace como 19 años que no. Pero lo que sí recuerdo es a mamá en la casa La Marianela, esa de dos pisos, poniendo a todo volumen, rebotando en todas las paredes. Edith Piaf. Hay un video de ella cantando La Foule, donde mueve las manos… la última parte, como volando, cerrando los ojos, mientras escucha la música, a punto de concluir…
—Sí…
—…bueno, así… así siento yo…
—Me parece que Venezuela podría ser unas buenas vacaciones.
(La Foule. Edith Piaf)
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5 comentarios:
Yo no se si "tragicas" es la palabra. Jean Anouilh decia en su "Antigona" algo asi como que el drama era saber que el muchacho bueno iba a alcanzar a llamar a la policia a tiempo. Y que tragedia era el resorte ya activado. Se me ocurre que queria decir que era el "ya" perpetuo e inmutable (porque habitualmente el "ya" impone temporalidad y en la tragedia parece no haberlo)
Tal vez la tragedia era solo para Casandra y Helena y Medea y Antigona y los griegos, que eran todos desesperanzados como muchachos goticos pero de esos que leen a Nietzsche y no van a la Bond (y mas aun porque el pesimismo era como la quintaescencia de los griegos y no de los muchachos goticos que antes que todo son muchachos y goticos)
En fin, fueron mujeres dramaticas, que nosotros vemos como tragicas, pero no tragicas en si.
Bueno igual ya dije que "no se" y digo boludeces.
Lo pienso hoy y me extraña. A Piaf le decían "el gorrión de París". Pero los gorriones cantan mal. ¿Recuerdas alguna vez haber escuchado cantar a uno con actitud de "qué musical"? Son pájaros hinchabolas y patoteros. Entre sí y con el resto. Sobrevivientes. Insistentes. ¿Sería por eso que le decían asi? ¿Fue un insulto inicial -por ese gorgojeo tan de ella- que luego se convirtió en elogio?
grrrrrrrrrrr
Sufro un escalofrío que no me abandona...
Abrazos, Andrea
Andrea, gracias por dejar tan bonito comentario.
Saludos.
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